Estás siendo demasiado científico

Estás siendo demasiado científico
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Es frecuente, sobre todo en los medios de comunicación, que en un debate en el que alguien aduzca argumentos científicos, otro de los participantes acuse a aquél de estar siendo demasiado biologicista (en el caso de que use argumentos biológicos para explicar, por ejemplo, la necesidad de ser infieles en una pareja).

En definitiva, una de las críticas más frecuentes cuando alguien emplea argumentos científicos frente a un tema que no es estrictamente científico (es decir, algo no relacionado con probetas, o alguna disciplina dura como Física), es la de cientificista. O reduccionista. O escasamente holístico o integrador. O cuadriculado.

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Si bien estos argumentos los suelen esgrimir personas que han cursado carreras humanísticas, o incluso personas que no conocen en profundidad el modo de proceder de la ciencia, también algunos científicos acusan a otros de lo mismo. Sobre todo si una disciplina trata de enmendar la plana a otra. Pero la principal crítica realizada en contra del uso del término es su utilización por parte de los partidarios de las pseudociencias como escudo no frente al cientifismo, sino frente a aquellos argumentos científicos y desarrollos teóricos que les resultan incómodos y contradicen sus creencias y dogmas.

No hay que subestimar las complejidades, no hay que saltarse capas completas o niveles de la teoría en una apresurada carrera por anclar todas las cosas en sus fundamentos. Pero ser cautos no significa detenerse ni tampoco significa que ser reduccionista sea algo negativo. Lo cierto es que la palabra “reduccionismo” ni siquiera tiene un significado claro. Por ejemplo, podemos decir que una disciplina científica se reduce a otra. La química se reduce a la física, la biología se reduce a la química, las ciencias sociales se reducen a la biología, etcétera. Y también es posible, poco a poco, unificar la química, la biología, la física e incluso las ciencias sociales.

Por ejemplo, los psicólogos de la década de 1960 solían renegar de la biología. Por ejemplo, el Harvard, para titularse como psicólogo, era necesario cursar un semestre de física para saber qué era una ciencia exacta, pero no era estrictamente necesario cursar biología.

Con el transcurrir del tiempo, sin embargo, la psicología y la biología están hibridándose, de esa manera consiliente que propugnaba Edward O. Wilson en Sociobiología o en Consilience. La psicología ya se integra con otras áreas de la biología, como la neurofisiología y la inmunología. De modo que la psicología se está convirtiendo en una rama de la biología evolutiva.

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La psicología social, sin embargo, lleva un atraso mayor en ese sentido. Parece que sus defensores prefieren decir más de lo garantizado por el conocimiento asequible y medible por el momento, tal y como señala Robert Trivers en su libro La insensatez de los necios:

Uno de los recursos clave de ese método es el de los informes de los mismos sujetos mediante cuestionarios: lo que dicen los individuos sobre sí mismos. Mirando las cosas desde la actualidad, no parece demasiado prudente tratar de construir una ciencia del comportamiento humano basándose en las respuestas verbales de os sujetos.

El conocimiento que se obtiene a través de tantas variables desconocidas es escaso o nulo, cuando no contradictorio.

La estructura de las ciencias naturales puede resumirse como lo hago a continuación. La física se apoya en la matemática; la química, en la física; la biología, en la química y, en principio, las ciencias sociales se apoyan en la biología. Esta afirmación final es algo que debemos desear con todo corazón y que debería lograrse pronto.

En consecuencia, ser demasiado biologicista o científico no debería ser un argumento válido si con ello no se está criticando que sobre el tema objeto de glosa no se conoce tanto. Es decir, el que critica que se está siendo muy científico debe admitir que no se sabe sobre el tema, no que se sabe a través de otras formas de conocimiento más confiables. A veces no queda otra forma de saber algo, a través de fuentes poco confiables, pero siempre deberemos tender a buscar las más confiables.

cuanto más social es una disciplina, más lentamente avanzará porque debe enfrentar en parte las fuerzas del engaño y del autoengaño que se oponen al progreso. Así, la psicología, la sociología, la antropología y la economía tienen consecuencias directas sobre la concepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás, de suerte que es plausible que el autoengaño distorsione su estructura misma.
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