Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XVI): el delfín

Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XVI): el delfín
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El delfín debe de ser uno de los animales que mejor prensa tiene. Pero este exceso de benevolencia hacia los delfines ha provocado que popularmente se les considere criaturas muy inteligentes, amigos de las bromas y de las risas e iconos de la paz y el amor. El símbolo de la ecología.

En muchas obras de ciencia ficción, de hecho, los delfines tienen un gran protagonismo: usan sistemas para comunicarse con nosotros, pilotan naves espaciales gracias a su experiencia bajo el mar, etc. Os recomiendo la lectura de El refugio de Juan Miguel Aguilera. O el visionado de series como SeaQuest. Y hasta atracciones de parque temático como el SeaOdissey de Port Aventura.

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Pero los delfines también tienen su parte oscura. Muy, muy oscura.

-Con todo, vamos con la parte más agradable de estas criaturas. Su piel resulta asombrosa. Siempre parece estar bruñida, aceitosa, suave. Ello es así debido a que la piel del delfín se desprende y se renueva cada dos horas para maximizar la aerodinámica. Como una bala. El sueño de cualquier modelo preocupada por su cutis.

-Otro rasgo asombroso de los delfines es su ecolocalizador. Si vertéis una cucharadita de agua en una piscina con delfines, éstos localizarán el sonido con una precisión absoluta. Pueden distinguir entre objetos de cera, de goma o de plástico. Incluso distinguen entre el latón y el cobre.

-Los delfines se parecen a los perros. Juegan a cosas complejas, aprenden rápido y poseen una especial capacidad para seguir órdenes humanas muy complicadas. Hasta son capaces de reconocerse en un espejo, algo que sólo es capaz de hacer el ser humano, el chimpancé, el bonobo y otros pocos animales más. También emplean herramientas: cuando cazan entre corales afilados sujetan trozos de esponja a sus hocicos a modo de mascarillas de protección.

En las pequeñas comunidades pesqueras, los delfines hacen entrar en las redes a bancos de peces a cambio de unos cuantos lanzados al agua y de un gesto amable.

Dicho todo esto, vayamos a su parte oscura:

-El lenguaje de los delfines no es tan complejo como imaginamos. Se comunican entre ellos, sí, cada delfín posee un silbido único que lo identifica y que repite constantemente, pero están muy lejos de emplear un lenguaje. Curiosamente, los delfines no tienen cuerdas vocales a pesar de ser tan habladores: los sonidos proceden de los sacos presentes en sus espiráculos nasales (y producen hasta 1.200 por segundo).

-Los delfines no son tan amables y pacíficos como se nos cuenta. Hay grupos de machos que violan a las hembras. Otros grupos de delfines son capaces de golpear marsopas hasta matarlas sólo por diversión. A veces, también practican el infanticidio.

En un estudio completo sobre delfines salvajes que buscaban compañía humana, tres cuartas partes mostraron agresividad y la mitad se dejó llevar por una “conducta sexual desviada” con boyas, embarcaciones y humanos. Dado que el delfín mular macho mediano pesa 40 kilogramos y posee un pene sólo de 30 centímetros de largo que termina en un gancho prensil lo suficientemente ágil para atrapar a una anguila, no resulta muy deseable transmitirle señales equivocadas.

Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd

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