El día en que la fe disminuyó y vinieron los espíritus a renovarla (y III)

El día en que la fe disminuyó y vinieron los espíritus a renovarla (y III)
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Lo que había conseguido el Espiritualismo, y por ello había cuajado tan fácilmente en la sociedad, fue muy sencillo: las iglesias oficiales se limitaban a pedir fe frente al auge de la razón. El Espiritualismo, sin embargo, no solo ofrecía una prueba “científica” de la vida después de la muerte, sino que era como el primer teléfono para llamar directamente a los seres queridos fallecidos.

Esta mezcla de razón y emoción fue justo lo que la sociedad necesitaba abrazar de nuevo, y el Espiritualismo arrasó en Estados Unidos en muy poco tiempo. Las hermanas Fox se convirtieron en estrellas, que públicamente empezaron a interrogar a los espíritus sobre toda clase de cosas, incluidas cuestiones filosóficas o hasta de los valores de los ferrocarriles.

Otra razón del éxito arrollador del Espiritualismo la expone Richard Wiseman en su libro ¿Esto es paranormal?:

Se eliminó la idea de los sumos sacerdotes y los pastores intocables, se instauró una democracia espiritual y se animó a los fieles a reunirse y experimentar con diferentes formas de hablar con los muertos.

Sin embargo, como ocurre con cualquier estrella mediática, las hermanas Fox empezaron a morir de éxito. Y aquí viene los más irónico de todo el movimiento del Espiritualismo, así como es un ejemplo esclarecedor de cómo funciona la mente del ser humano.

Tanto Kate como Margaretta empezaron a sentirse presionadas por las imitadores, que competían con ellas para llevarse los favores de los fieles. La cantidad de médiums en el país era apabullante. Y las dos hermanas cayeron en la bebida, allá por la década de 1880. Así que en octubre de 1888, ya no pudieron tolerarlo más: viajaron hasta Nueva York y decidieron que ya era hora de explicar toda la verdad. Que todo había sido un truco, una farsa, y que por tanto todos sus imitadores eran unos farsantes y, por extensión, el Espiritualismo una patraña para crédulos.

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La confesión de la verdad fue vendida por Margaretta al New York World por una supuesta suma de 1.500 dólares. Alguno de los trucos que desveló fueron los siguientes:

Cuando nos acostábamos por la noche solíamos atar una manzana a un cordel y mover el cordel arriba y abajo, haciendo que la manzana chocara contra el suelo, o dejábamos caer la manzana sobre el suelo, lo que producía un extraño ruido cada vez que rebotaba. Nuestra madre lo escuchó durante un tiempo. No entendía su procedencia y ni siquiera llegó a sospechar de nosotras porque éramos demasiado pequeñas para hacer trucos.

Lo que ocurrió, no obstante, es que los aproximadamente ocho millones de espiritualistas que había solo en Estados Unidos le dieron la espalda a las hermanas Fox. Eran una mentirosas. Estaban equivocadas. Cualquier excusa era buena antes que renunciar a la consoladora idea de sobrevivir a la muerte del cuerpo físico.

Las hermanas Fox, viendo que la cosa se ponía fea, se retractaron de sus comentarios, intentando recuperar por última vez la fama que se les escapaba de las manos. Pero el público ya había renegado de ellas, el Espiritualismo ya podía existir por sí mismo. Y las hermanas Fox murieron en la pobreza pocos años después.

Fe indestructible, ¿recordáis?

Por cierto, un gran novela sobre el Espiritualismo, desde un punto de vista científico y anti-magufo, es Por no mencionar el perro, de la gran escritora de ciencia ficción Connie Willis. Y además tiene el tono de una comedia británica deliciosa.

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