Cuando tu hijo no es tu hijo: el efecto Cenicienta y el presunto incremento de homicidios por parte de padrastros

Cuando tu hijo no es tu hijo: el efecto Cenicienta y el presunto incremento de homicidios por parte de padrastros
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Qué duda cabe que los niños adoptados son tan o más amados por sus padres adoptivos como los niños respecto a sus padres biológicos. Sin embargo, según los estudios de los psicólogos evolucionistas Martin Daly y Margo Wilson, existe una probabilidad mayor de infanticidio entre los padres no biológicos que entre los biológicos.

La probabilidad de infanticidio, en estos casos, es cien veces mayor (parece mucho, pero dado que el infanticidio en general por parte del varón es un hecho improbable, estamos hablando de muchos casos porcentualmente pero pocos casos en su totalidad).

Uno de los mayores expertos mundiales en biología evolutiva, Mark Pagel, disecciona los resultados de este estudio en su libro Conectados por la cultura de este modo:

Esta razón estadística se da incluso cuando se tienen en cuenta otros factores que podrían diferir en estas dos clases de familia. Debemos hacer hincapié en que la inmensa mayoría de padres adoptivos no es dada a los maltratos, y mucho menos a los infanticidios. Simplemente se dan más ambos rasgos entre estos que entre aquellos.

Cenicienta

Cinderella Project Gutenberg Etext 19993

A este efecto se le denomina Efecto Cenicienta, y su validez procede de una gran variedad de fuentes, incluyendo informes oficiales de abuso infantil, datos clínicos, informes de víctimas, y los datos oficiales de homicidios. Los psicólogos evolucionistas han sugerido también que una de las causas de los abusos a los hijastro puede ser la falta del vínculo de apego que la madre normalmente formaría con su propio hijo. Como resultado de ello, es muy recomendable que la madre adoptiva esté presente muy temprano en la vida los niños, preferiblemente inmediatamente después de su nacimiento, con el fin de evitar trastornos de apego.

Los costes de un hombre a la hora de criar un hijo que no comparte sus genes son evolutivamente enormes. Gracias al nepotismo, surge un sentimiento de proximidad genética con los hijos que no son biológicos. Sin embargo, podría darse en un porcentaje de hombres el sentimiento de que sus hijos no son del todo suyos. De hecho, habida cuenta de que se estima que entre el 5 y el 10 % de los hijos no son biológicos sin que el padre lo sepa, evolutivamente las crías humanas podrían haber favorecido el anonimato en sus primeros años:

Con el tiempo, a medida que se hace menor el riesgo para el recién nacido, este comienza a asemejarse a uno o a otro de sus progenitores, o a ambos. El cabello y los ojos claros tan comunes en los bebés caucásicos desaparecen en la mayoría en torno al segundo cumpleaños. Tal como cabría esperar de una estrategia destinada a ocultar la identidad propia, los genes que determinan el color definitivo de nuestros ojos se “apagan” en el momento de nacer (salvo si van a ser de veras claros) para ir manifestándose a medida que madura el pequeño.

El efecto Cenicienta, con todo, también tiene un sector crítico. Como el caso del filósofo de la ciencia David Buller, como parte de su crítica general hacia la psicología evolutiva. Argumenta, por ejemplo, que las conclusiones Daly y Wilson están intrínsecamente sesgadas, ya que utilizan los datos de los documentos oficiales, y los funcionarios que recogen que los datos no están capacitados para tomar nota especial de padrastros frente a los padres biológicos. Burgess y Drais proponen que el maltrato infantil es demasiado complejo para ser explicado completamente por la relación genética por sí sola, y citan otras razones para el maltrato infantil, como los factores sociales, factores ecológicos y los rasgos del niño, tales como la discapacidad y la edad.

Martin Daly argumenta en contra de sus críticos de esta forma en esta entrevista:

La evidencia del trato diferente que discrimina a los hijastros es ahora a nivel nacional y abrumador. El porqué de que este dato empírico (no “concepto”) haya sido tan “impopular” que muchos han querido desaprobarlo es una cuestión fascinante y que no puedo responder de forma satisfactoria. Mucha gente parece pensar que da apoyo a la visión “conservadora” que considera el divorcio y el volverse a casar como algo malo y/o que “estigmatiza” a los padrastros y hace su tarea más difícil. Pero los hechos son los hechos y el cómo van a ser transformados en argumentos políticos es algo que tiene doble filo. Los que están motivados para desconfiar en alguna discriminación contra los hijastros parecen no darse cuenta del otro lado de la moneda: su afirmación implícita ¡de que no existe algo como un amor parental especializado e individualizado!

Imagen | Gustave Doré

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