Síndrome de Bonnet: alucinaciones visuales complejas

Síndrome de Bonnet: alucinaciones visuales complejas
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El síndrome de Bonnet es ciertamente inusual, y sus síntomas son extremadamente raros. Quienes lo sufren, sobre todo en el caso de personas de edad avanzada que sufren cataratas, glaucoma o derrame de retina, ven imágenes de vivos colores. El síndrome recibe el nombre del biólogo y fisiólogo Charles Bonnet (1720-1793), quien la describió por primera vez en 1769.

La cuestión es que estas imágenes las ven solamente cuando están en entornos tranquilos y en penumbra. Como si fueran apariciones del mundo del Mago de Oz. Y es que las imágenes suelen ser figuras de personas conocidas, pero basta con cerrar un rato los ojos y las imágenes se evaporan.

Pero hay otros casos aún más estrambóticos, como el que describe en neurólogo holandés Dick Swaab en su libro Somos nuestro cerebro:

Una mujer de ochenta y tres años que durante la Segunda Guerra Mundial había participado activamente en la Februaristaking (Huelga de febrero de 1941) y que ahora estaba prácticamente ciega a causa de las cataratas, le contó angustiada a su hija que cada vez que pestañeaba veía esvásticas. Cuando la corteza con la que vemos normalmente no aporta suficiente información a través de los ojos, empieza a inventarse imágenes.

Otras alucinaciones en la montaña

Las alucinaciones se pueden producir por muchas otras causas, como ser síntomas de enfermedades neurodegenerativas como la demencia con cuerpos de Lewy, el Alzhéimer o el Parkinson. La esquizofrenia también puede ser fuente de alucinaciones.

Y en las montañas, en soledad y silencio, a falta de estímulos, el cerebro empieza a imaginárselos, como voces, presencias o su propio cuerpo fuera de ellos:

Por eso resulta muy interesante que los fundadores de las tres principales religiones mundiales pasaran un período de soledad en la montaña antes de la revelación. Moisés recibió del Señor dos veces los mandamientos en el monte Sinaí. (…) Mahoma vio al arcángel Gabriel cuando se hallaba en soledad en el monte Hira.

Imagen | Christophe Sertelet

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