Uber es una empresa internacional que proporciona a sus clientes una red de transporte privado, a través de su software de aplicación móvil, que conecta los pasajeros con los conductores, la enemiga declarada del taxi, hasta el punto de que ha sido prohibido en varios países.
Pero Uber, imparable, ahora presenta Elevate, su plan de crear** una flota de taxis que surcarán los cielos**, al más puro estilo Back to the Future 2.
Si hay atasco, vuela por encima
En plan teórico de Uber es crear una red de automóviles voladores eléctricos de despegue y aterrizaje vertical que podrían emplearse para trayectos urbanos cortos en momentos de gran densidad de tráfico.
Los vehículos partirían desde los helipuertos urbanos y los tejados de los rascacielos, al estilo de las ciudades futuristas utópicas que a principio del siglo XX se soñaban.
Se espera que para 2021 ya comiencen a estar disponibles este tipo de vehículos y sería cinco años después, en 2026, cuando Uber comenzaría a ofrecer sus servicios: porque no es Uber quien fabricará estos vehículos, sino que gestionará la flota.
Lo que pretende Uber es poner en contacto a los potenciales clientes con los fabricantes y los “chóferes” de unos vehículos. Lo que pretende Uber, pues, es acelerar los proyectos de empresas como Zee.Aero, Joby Aviation, eHang y Terrafugia.
La compañía también ha pensado en sus tarifas; en un primer momento los usuarios tendrían que pagar unos 110 euros pero con el paso del tiempo, esa tasa bajaría a los 18 euros.
La tecnología de baterías, la eficiencia de los vehículos, el rendimiento y la fiabilidad de los vehículos, el coste y la asequibilidad, la seguridad, el ruido de las aeronaves, las emisiones, la infraesctuctura de despegue y aterrizaje, el entrenamiento de los pilotos, el control del tráfico aéreo y el proceso de certificación son solo algunos de los obstáculos que señala en su propia propuesta y que deberá enfrentar para que no se quede todo en una fantasía utópica.
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