Edison y su obsesión por crear un mundo de hormigón

Edison y su obsesión por crear un mundo de hormigón
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Mi abuelo siempre llegaba a casa cubierto de costras de cemento Portland reseco. Mi abuelo era albañil. Más tarde descubrí que este cemento fue un invento de Joseph Aspdin, otro albañil de Leeds, Inglaterra, por allá el 1824. El nombre de Portland se lo puso para sugerir que era tan atractivo y duradero como la piedra de Portland.

No me preguntéis cómo logró Aspdin inventar un cemento tan extraordinario, pues es todo un misterio: su proceso de fabricación precista de tantos pasos que asombra que alguien, un día, le diera por seguirlos todos a rajatabla. Algo similar a lo que ocurre con el invento del pan. Sea como fuera, Aspdin se hizo rico con su invento.

Cuando Edison se enteró de aquel invento, empezó a obsesionarse con el cemento, quizá una de las obesiones menos conocidas del inquieto inventor. Así pues, ni corto ni perezoso, Edison constituyó la Edison Portland Cement Company y construyó una planta gigantesca próxima a Stewartsville, Nueva Jersey. En 1907, Edison eran nada menos que el quinto productor de cemento del mundo.

Sin embargo, el sueño de Edison no era usar el cemento para construir el primer tramo de autopista de hormigón del mundo (como ya hizo) sino para confeccionar casas, enteras, por dentro y por fuera, en serie, completamente de hormigón.

Un molde completo de hormigón con todo lo que debería tener una casa: suelo, paredes, lavabos, fregadores, armarios e incluso los marcos de los cuadros. Imaginaos: bastaba con crear un molde de una casa completa y, a continuación, ir vertiéndole un flujo continuo de hormigón. Se construirían casas en pocas horas, y a precios muy económicos. Hasta las paredes podrían tintarse para no tener que pintarlas nunca. Un lujazo que Edison aseguraba que podría comercializar por solo 1.200 dólares (un tercio del precio de una casa convencional del mismo tamaño). Incluso prometió que pronto ofrecería una cama de matrimonio para casas convencionales por solo 5 dólares; una cama que nunca se estropearía.

Sin embargo, Edison se topó de bruces con unos problemas técnicos imprevisibles, según cuenta Bill Bryson en su libro En casa:

Era un sueño descabellado e irrealizable por completo. Los problemas técnicos eran abrumadores. Los moldes, que por supuesto eran del tamaño de la casa, resultaban ridículamente engorrosos y complejos, pero el auténtico problema estaba en rellenarlos sin contratiempos. El hormigón es una mezcla de cemento, agua y conglomerados (es decir, gravilla y piedras pequeñas) y los conglomerados tienden, por su propia naturaleza, a hundirse. El reto de los ingenieros de Edison era formular una mezcla lo bastante espesa como para que los conglomerados se mantuvieran en suspensión desafiando a la gravedad y que, además, al endurecerse adoptara una consistencia lisa y uniforme de calidad suficiente como para convencer a la gente de que estaba comprando una casa, no un búnker. Era una ambición imposible. Los ingenieros calcularon que, aun en el caso de que todo saliese bien, la casa pesaría más de doscientas toneladas, lo que provocaría tensiones estructurales de todo tipo.
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